martes, 21 de octubre de 2014

A la Plata


 

Aquel enjambre humano debía presentar a vuelo de pájaro el aspecto de un basurero. Los sombreros mugrientos, los forros encarnados de las ruanas, los pañolones oscuros y sebosos, los paraguas apabullados, tantos pañuelos y trapajos retumbantes, eran el guardarropa de un Arlequín. Animadísima estaba la feria: era primer domingo de mes y el vecindario todo había acudido a  renovación. Destellaba un sol de justicia; en las tasajeras de carne, de esa carne que se acarroñaba al resistero, buscaban las moscas donde incubar sus larvas; en los tendidos de cachivaches se agrupaban las muchachas campesinas, sudorosas y sofocadas, atraídas por la baratija, mientras las magnatas sudaban el quilo, a regateo limpio, entre los puestos de granos, legumbres y panela. Ese olor de despensa, de carnicería, de transpiración de gentes, de guiñapos sucios mezclado al olor del polvo y al de tanta plebe y negrería, formaban sumados, la hediondez genuina, paladinamente manifestada, de la humanidad. Los altercados, los diálogos, las carcajadas, el chillido, la rebatiña vertiginosa de la venduta, componían, sumados también, el balandro de la bestia. Llenaba todo el ámbito del lugarón.
Sonó la campana, y cátate al animal aplacado. Se oyó el silencio, silencio que parecía un asueto, una frescura, que traía como ráfagas de limpieza... hasta religioso sería ese silencio. Rompiólo el curita con su voz gangosa; contestóle la muchedumbre, y, acabada la prez, reanudóse aquello. Pero por un instante solamente, porque de pronto sintióse el pánico, y la palabra: "¡Encierro!" vibró en el aire como preludio de juicio final. Encierro era en toda regla. Los veinte soldados del piquete, que inopinada y repentinamente acababan de invadir el pueblo, habíanse repartido por las cuatro esquinas de la plaza, a bayoneta calada. Fué como un ciclón. Desencajados, trémulos, abandonándolo todo, se dispararon los hombres y hasta hembras también, a los zaguanes y a la iglesia. ¡Pobre gente! Todo en vano, porque, como la amada de Lulio, "ni en la casa de Dios está segura".
De allí sacaron unas decenas. Cayó entre los casados  el Caratejo Longas. Lo que no lloró su mujer, la señá Rufa, llorólo a moco tendido María Eduvigis, su hija. Fuese ésta con súplicas al alcalde. A buen puerto arrimaba: cabalmente que al Caratejo no había riesgo de largarlo. ¡Figúrense! El mayordomo de Perucho Arcila, el rojo más recalcitrante y más urdemales en cien lenguas a la redonda: ¡un pícaro, un bandido! Antes no era tanto para todo lo rojo que era el tal Arcila.
Ya desahuciado y en el cuartel, llamó el Caratejo a conferencia a su mujer y a su hija, y habló así: "A lo hecho, pecho, Corazón con Dios, y peganos del manto de María Santísima. A yo, lo que es matame, no me matan. Allá verán que ni an mal me va. Ello más bien es maluco dejalas como dos ánimas; pero ai les dejo maíz pa mucho tiempo. Pa desgusanar el ganao del patrón, y pa mantener esas mangas bien limpias, vustedes los saben hacer mejor que yo. Sigan con el balance de la güerta y de los quesitos, y métanle a estas placeñas y a las amasadoras los güevos hasta las cachas, y allá verán cómo enredamos la pita. Mirá, Rufa: si aquellos muchachos acaban de pagar la condena antes que yo güelva, no los almitás en la casa, de mantenidos. Que se larguen a trabajar, o a jalale a la vigüela y a las décimas si les da la gana. ¡Y no s'infusquen por eso!... ultimadamente, el Gobierno siempre paga".
Y su voz selvática, encadenada en gruñidos, con inflexiones y finales dejativos, ese acento característico de los campesinos de nuestra región oriental, los acompañaba el orador con mil visajes y mímicas de convencimiento, y un aire de socarronería y unos manoteos y paradas de dedo de una elocuencia verdaderamente salvaje. Ayudábale el carate. Por aquella cara larga, y por cuanto mostraba de aquel cuerpo langaruto y cartilaginoso, lucía el jaspe, con vetas de carey, con placas esmeriladas y nacarinas. Pintoresco forro el de aquella armazón.
Ensartando y ensartando dirigióse al fin a la hija, y, con un tono y un gesto allá, que encerraban un embuchado de cosas, le dice, dándole una palmadita en el hombro: "Y vos, no te metás de filática con el patrón: ¡es muy abierto!".
¡Culebra brava la tal Eduvigis! Sazonado por el sol y el viento de la montaña era aquel cuerpo, en que no intervinieron ni artificio ni deformación civilizadores; obra premiada de naturaleza. Las caderas, el busto bien alto, la proclamaban futura madre de la titanería laboradora. El cabello, negro, de un negro profundo, se le alborotaba, indomable como una pasión; y en esos ojos había unas promesas, unos rechazos y un misterio, que hicieron empalidecer a más de un rostro masculino. Un toche habría picado aquellos labios como pulpa de guayaba madura; de perro faldero eran los dientes, por entre los cuales asomaba tal cual vez, como para lamer tanto almíbar, una puntita roja y nerviosa. Por este asomo lingüístico de ingénito coquetismo, la regañaba el cura a cada confesión, pero no le valía. Así y todo, mostrábase tan brava y retrechera, que un cierto galancete hubo de llevarse, en alguna memorable ocasión, un sopapo que ni un trancazo; fuera de que el Caratejo la celaba a su modo. El tenía su idea. Tanto que, apenas separado  de la muchacha se dijo, hablado y todo y con parado de dedo: "Verán cómo el patrón le quebranta agora los agallones".
Y pocos días después partió el Caratejo para la guerra.
Rufa, que se entregó en poco tiempo y por completo al vicio de la separación, cuando los dos hijos partieron a presidio, bien podría ahora arrostrar esta otra ausencia, por más que pareciera cosa de viudez. ¡Y tánto como pudo! Ni las más leves nostalgias conyugales, ni asomos de temor por la vida del marido, ni quebraderos de cabeza por que volara el tiempo y le tornase el bien ausente, ni nada, vino a interrumpir aquel viento de cristiana filosófica indolencia. A vela henchida, gallarda y serenísima, surcaba y surcaba por esos mares de leche. Y eso que en la casa ocurrió algo, y aun algos, por aquellos días. Pero no: sus altas atribuciones de vaquera labradora y mayordoma de finca, en que dio rumbo a sus actividades y empleo a la potencia judaica que hervía en su carácter, no le daban tiempo ni lugar para embelecos y enredos de otro orden. ¡Lo que es tener oficio!...
Hembra de canela e inventora de dineros era la tal Rufa Chaverra. Arcila declarólo luego espejo de administradoras. Ella se iba por esas mangas, y, a güinchazo limpio, extirpaba cuanta malecilla o yerbajo intruso asomase la cabeza. Con sapientísima oportunidad salaba y ponía el fierro a aquel ganado, cuyo idioma parecía conocer, y a quien hacía los más expresivos reclamos, bien fuese colectiva o individualmente, ya con bramido bronco igual que una vaca, si era a res mayor, ahora melindroso, si se trataba de parvulillos; y siempre con el nombre de pila, sin que la "Chapola" se le confundiese con la "Cachipanda", ni el "Careperro" con el "Mancoreto". Hasta medio albéitara resultaba, en ocasiones. Mano de ángel poseía para desgusanar, hacer los untos y sobaduras y gran experiencia y fortuna en aplicar menjurjes por dentro y por fuera. La vaca más descastada y botacrías no se la jugaba a Rufa; que ella, juzgando por el volumen y otras apariencias, de la proximidad del asunto, ponía a la taimada, en el corral, por la noche; y, si alguna vez se necesitaba un poco de obstetricia, allí estaba ella para el caso. En punto a echar argollas a los cerdos más bravíos, y de hacer de un ternero algo menos ofensivo, allá se las habría con cualquier itagüiseño del oficio. Iniciada estaba en los misterios del harem, y cuando al rebuzno del pachá respondían eróticos relinchos, ella sabía si eran del caso o no eran idilios a puerta cerrada, y cuál la odalisca que debía ir al tálamo. Porque sí o porque no, nunca dejaba de apostrofar al progenitor aquél con algo así: "¡Ah taita, como no tenés más oficio que jartar, siempre estás dispuesto pa la vagamundería!".
Si tan facultativa y habilidosa era para manejar lo ajeno, cuánto y más no sería para lo propio. Ni se diga de los gajes con la leche que le correspondía, ni de los productos del gallinero, ni de esa huerta donde los mafafales alternaban con la hachira, los repollos con las pepineras, las vitorias con las auyamas.
Pues resultó que todo estuvo a pique de perderse. Del huracán que ahora corre, llegaron ráfagas hasta la montañesa. Supo que unas amigas y comadres mazamorreaban orillas de La Cristalina, riachuelo que corre obra de dos millas de la casa de Arcila. Lo mismo fué saber que embelecarse. So pretexto de buscar un cerdo que dizque se le había remontado, fuése a las lavadoras de oro, y con la labia y el disimulo del mundo, les sonsacó todas las mañas y particularidades del oficio. Ese mismo día se hizo a batea, y viérais a la rolliza campesina, con las sayas anudadas a guisa de bragas, zambullida hasta el muslo, garridamente repechada, haciéndole bailar a la batea la danza del oro con la siniestra mano, mientras que con la diestra iba chorreando el agua sobre la fina arena, donde asomaban los ruedos oscuros de la jagua. Al domingo siguiente cambió el oro, y cuál se le ensancharía el cuajo cuando tuvo amarrados, a pico de pañuelo, treinta y seis reales de un boleo.
Dada a la minería pasara su vida entera, a no ser por un cólico que la retuvo en cama varios días, y que le repitió más violento al volver al oficio. Mas no cedió en su propósito; mandó entonces a la Eduvigis, a quien le sentaron muy bien las aguas de La Cristalina. Mientras la hija pasaba de sol a sol en la mazamorrería, la madre cargaba con todo el brete de la finca. ¡Y tan campantes y satisfechas!...
Más rastro deja en un espejo la imagen reflejada, que en el ánimo de Rufa las noticias sobre la guerra, que oía en el pueblo los domingos y los dos días de semana en que iba a sus ventas. Lo que fué del Caratejo, no llegó a preocuparse hasta el grado de indagar por el lugar de su paradero. Bien confirmaba esta esposa que las ternuras y blandicies de alma son necesidades de los blancos de la ciudad, y un lujo superfluo para el pobre campesino.
Envueltos en la niebla, arrebujados y borrosos,  mostrábanse riscos y praderas; la casa de la finca semejaba un esbozo de paisaje a dos tintas; a trechos se percibían los vallados y chambas de la huerta, las aristas del techo, el alto andamio del gallinero; sólo alcanzaban a destacarse con alguna precisión los cuernos del ganado, rígidos y oscuros, rompiendo esas vaguedades, cual la noción del diablo la bruma de una mente infantil. A la quejumbrosa melodía de los recentales, acorralados y ateridos, contestaban desde afuera los bajos profundos y cariñosos de las madres, mientras que Rufa y Eduvigis renegaban, si Dios tenía qué, en las bregas y afanes del ordeño. Eduvigis, en cuclillas, remangada hasta las axilas, cubierta la cabeza con enorme pañuelo de pintajos, hacía saltar de una ubre al cuenco amarillento de la cuyabra, el chorro humeante y cadencioso. Un hálito de vida, de salud se exhalaba de aquel fondo espumoso. Casi colmaba la vasija, cuando un grito agudo, prolongado adrede, rasgó la densidad de esa atmósfera. La moza se suspende; el grito se repite más agudo todavía. "¡Mi taita!", exclama la Eduvigis, y sin pensar en leches ni en ordeños, corre alebrestada chamba abajo.
No se engañaba. Buen amigo, que sí lo era en efecto, descolgóse a saltos, lengua afuera, la cola en alboroto. Impasible, la señá Rufa permaneció en su puesto. A poco llegóse el Caratejo con el perro, que quería encaramársele a los hombros. Marido y mujer se avistaron. Nada de culto externo ni de perrerías en aquel saludo. Dijérase que acababan de separarse.
- Y, ¿qué es lo que hay pal viejo? -dice Longas por toda efusión.
Y Rufa, plantificada, totuma en mano, con soberano desentendimiento, contesta:
- Y eso, ¿qué contiene, pues?
- Pues que anoche llegamos al sitio, y que el fefe me dio licencia pa venir a velas, porque mañana go esta tarde seguimos pa la Villa.
Facha peregrina la de este hijo de Marte. El sombrero hiperbólico de caña abigarrada, el vestido mugriento de coleta, los golpes rojos y desteñidos del cuello y de los puños, los pantalones holgados y caídos por las posas y que más parecían de seminarista, dignos eran de cubrir aquel cuerpo largo y desgavilado. Ni las escaseces, ni las intemperies, ni las fatigas de campaña, habían alterado en lo mínimo al mayordomo de Arcila. Tan feo volvía y tan Caratejo como se fue. Por morral llevaba una jícara algo más que preñada; por faja una chuspa oculta y no vacía.
Rufa sigue ordeñando. Toma Lonjas la palabra.
- Pues, pa que lo viás. Ya lo ves que nada me sucedió. Los que no murieron de bala, se templaron de tanta plaga y de tanta mortecina de cristiano, y yo... ai con mi carate: ¡la cáscara guarda el palo!
Y aquí siguió un relato bélico autobiográfico, con algo más de largas que de cortas, como es usanzas en tales casos. Rufa parecía un tanto cohibida y preocupada.
- ¿Y ontá la Eduvigis? - dice de pronto el marido, cortando la narración.
- Pes ella... pes ella... puai cogió chamba abajo, izque porque la vas a matar.
- ¿A matala? ¿Y por qué gracia?
- ¿Pes... ella... no salió, pues, con un embeleco de muchacho?...
-¿De muchacho? -prorrumpe el conscripto, abriendo tamaños ojos, ojos donde pareció asomar un fulgor de triunfo-. ¿Conque, muchacho? ¿Y pu'eso s'esconde esa pendeja? ¿Y

ontá el muchacho?
- ¿Ai no'stá, pues en la maca?
- Andá llámame a esa boba.
Y, tirando corredor adentro, se coló al cuartucho. Debajo de la cama pendiente de unos rejos, oscilaba la batea. Envuelto en pingajos de colores verdosos y alterados, dormía el angelito. No pudo resistir el abuelo a la fuerza de la sangre, ni menos al empuje de un orgullo repentino que le borbotó en las entrañas. Sacó de la batea la criatura, que al despertar y ver aquella cara tan fea y tan extraña, puso el grito en el cielo. Era José Dolores Longas un rollete  de manteca, mofletudo y cariacontecido; las manos unas manoplas; las muñecas, como estranguladas con cuerda, a modo de morcilla; las piernas, tronchas y exuberantes, más huevos de arracacha que carne humana: una figura eclesiástica, casi episcopal. Iba a quebrarse con los berríos que lanzaba: ¡cuidado si había pulmones! El soldado lo cogió en los brazos, haciéndole zarandeos, por vía de arrullo. Abrazaba su fortuna: en aquel vástago veía el Caratejo horizontes azules y rosados, de dicha y prosperidad: el predio cercano, su sueño dorado, era suyo; suyas unas decenas de vacas; suyo el par de muletos y los aparejos de la arriería: y ¿quién sabe si la casa, esa casa tan amplia y espaciosa, no sería suya pasado corto tiempo? ¡El patrón era tan abierto!... Calmóse un tanto el monigote. Escrutólo el Caratejo de una ojeada, y se dijo: "¡Igualito al taita!".
Entre tanto Rufa gritaba desde la manga: "¡Que vengás a tu taita que no está nada bravo! !Que no sias caraja! !Subí, Eduvigis, que siempre lo habís de ver!".
La muchacha, más muerta que viva, a pesar de la promesa, subía por la chamba, minutos después. Pálida por el susto, parecía más hermosa y escultural. Levantó la mirada hacia la casa, y vió a su padre en el corredor, con el niño en brazos. A paso receloso llégase a él; arrodíllase a las plantas y murmura:
-¡Sacramento del altar, taita!
Y con la diestra carateja, le rayó la bendición el padre, no sin sus miajas de unción y de solemnidad. Mandóla luego la madre a la cocina a preparar el agasajo para el viajero, y Rufa que ya en ese momento había terminado sus faenas perentorias, tomó al nieto en su regazo y se preparó al interrogatorio que se le venía encima.
- Bueno -principia el marido-, y el patrón siempre le habrá dejao a la muchacha... por lo menos sus tres vacas, y le habrá dao mucha plata pa los gastos?
-¡Eh! -replica Rufa-. ¿Usté por qué ha determinao que fué don Perucho?
-¿Que no fué el patrón? -salta el Caratejo desfigurándose.
-¡Si fue Simplicio, el hijo de la dijunta Jerónima!...
-¡Ese tuntuniento!... -vocifera el deshonrado padre-. ¡Un muerto dihambre que no tiene un Cristo en qué morir!... Y vos, so almártaga, ¿pa qué consentites esos enredos?
La cara se le desencajó; le temblaban los labios como si tuviera tercianas. "Yo mato a esa arrastrada, a esa sinvergüenza". Y, atontado y frenético, se lanza a la cocina, agarra una astilla de leña, y cada golpe escupe sobre la hija un insulto, una desvergüenza, una bajeza. Cuando la infeliz yacía por tierra, convulsa y sollozante, arrimóle Longas formidable puntapié, y exclamó tartajoso: "¡Te largás... ahora mismo... con tu muchacho... que yo no voy a mantener aquí vagamundas!".
Y salió disparado, camino del pueblo, como huyendo de su propia deshonra.



 Tomás Carrasquilla.

Este cuento fue tomado de la biblioteca virtual Luis Ángel Arango.

jueves, 16 de octubre de 2014

Taller párrafo




1.    Juan ha redactado un texto en el que expone su opinión sobre la pobreza de su ciudad. Antes de entregarlo a su profesor, ha solicitado tu ayuda para revisarlo y darle un orden lógico a las ideas. Lo escrito hasta el momento dice:
 Idea 1 La pobreza es una consecuencia de las desigualdades sociales de nuestra bella ciudad.
Idea 2 Cientos de personas abandonan sus hogares todos los días, buscando en los centros urbanos nuevas oportunidades de trabajo.
 Idea 3 Es necesario que nuestros gobernantes busquen soluciones rápidas a este problema.
 Idea 4 En nuestro país la falta de trabajo trae consigo pobreza, violencia, hambre y enfermedades.    
A.   3,4,1,2.
B.   3,2,1,4.
C.   1,2,3,4.
D.    4,1,2,3
2.     ¿CUÁL SERÁ EL FIN DE LA TIERRA?

Párrafo
En estas condiciones, también la Tierra se iría enfriando lentamente. El agua se congelaría y las regiones polares serían cada vez más extensas. En último término, ni siquiera las regiones ecuatoriales tendrían suficiente calor para mantener la vida. El océano entero se congelaría en un bloque macizo de hielo, e incluso el aire se licuaría primero y se congelaría luego. Durante billones de años, esta Tierra gélida (y los demás planetas) seguiría girando alrededor del difunto Sol. Pero aun en esas condiciones, la Tierra, como planeta, seguiría existiendo.

Párrafo
En tales condiciones, es probable que la Tierra se convierta en un ascua y luego se vaporice. En ese momento, la Tierra, como cuerpo planetario sólido, acabará sus días. Pero no os preocupéis demasiado: echadle todavía ocho mil millones de años.

Párrafo
Hasta los años treinta, parecía evidente que el Sol, como cualquier otro cuerpo caliente, tenía que acabar enfriándose. Vertía y vertía energía al espacio, por lo cual este inmenso torrente tendría que disminuir y reducirse poco a poco a un simple chorrito. El Sol se haría naranja, luego rojo, iría apagándose cada vez más y, finalmente, se apagaría.

Párrafo
Sin embargo, durante la década de los treinta, los científicos nucleares empezaron a calcular por primera vez las reacciones nucleares que tienen lugar en el interior del Sol y otras estrellas. Y hallaron que, aunque el Sol tiene que acabar por enfriarse, habrá períodos de fuerte calentamiento antes de ese fin. Una vez consumida la mayor parte del combustible básico, que es el hidrógeno, empezarán a desarrollarse otras reacciones nucleares que calentarán el Sol y harán que se expanda enormemente. Aunque emitirá una cantidad mayor de calor, a cada porción de su ahora vastísima superficie le tocará una fracción mucho más pequeña de ese calor y será, por tanto, más fría. El Sol se convertirá en una masa gigante roja.

RESPONDE LA PREGUNTA 3 DE ACUERDO CON EL SIGUIENTE TEXTO
                
MÁS HUMEDAD Y CALOR

El aumento del nivel de los mares se debe en parte al hecho de que el agua se dilata al subir  la temperatura. Hay mucha agua en los océanos, e incluso un aumento del 1,5 ºF hace que  se dilate bastante. Desde 1900, el nivel del mar se ha elevado unos quince centímetros, y sigue subiendo. Además, las temperaturas más cálidas harían que empezaran a fundirse los casquetes de hielo de Groenlandia y de la Antártida.
Si los casquetes de hielo se fundiesen del todo (lo que tardaría un buen tiempo, desde luego), el agua se vertería en el mar y el nivel de éste se elevaría unos sesenta metros. Países bajos
como: Bangladesh, Delaware y Florida quedarían totalmente cubiertos por las aguas.
Incluso existe la posibilidad que se dé un círculo vicioso. Al calentarse más el agua, disminuye su capacidad de disolver dióxido de carbono. Esto significa que parte del dióxido de carbono que contiene en solución se desprenderá y pasará a la atmósfera, donde actuará para calentar
todavía más la Tierra.
Éste no es un descubrimiento que se hiciese de pronto en 1988. Hacía años que los científicos reflexionaban sobre el efecto invernadero y se preocupaban por él.
Yo mismo escribí un artículo, que se publicó en una revista en agosto de 1979, en el que decía mucho de lo que he expuesto aquí. En otras palabras, hace más de diez años que di la voz de alarma, pero desde luego nadie me escuchó.
Ahora, debido al calor y a la sequía de 1988, la expresión “efecto invernadero” se ha hecho familiar y la gente presta atención. Pero las temperaturas suben y bajan de manera irregular y es posible que los dos próximos años sean un poco más fríos que 1998, aunque la tendencia
general es que las temperaturas vayan en aumento. Si esto ocurre, me imagino que la gente se olvidará de nuevo de aquello hasta que llegue un año, en un futuro próximo, que sea peor que 1988.
Pero ¿qué podemos hacer para resolver el problema? Para empezar, debemos quemar menos carbón y petróleo. Su combinación vierte constantemente dióxido de carbono a la atmósfera (junto con sustancias contaminantes, como los compuestos de azufre y nitrógeno, atrapan el calor y son también peligrosos para los pulmones).
Tomado de: Asimov Isaac, (1999).
Fronteras y otros ensayos.

3.    El último párrafo del texto  permite
A.   Resumir lo anotado
B.   Concluir la tesis
C.   Proponer una solución
D.   Cerrar la discusión.

RESPONDE LAS PREGUNTAS 4 A 8 DE ACUERDO CON EL SIGUIENTE TEXTO

EL PROCESO DE RECICLAJE
Se trata de un procedimiento que consiste en la separación inicial de los residuos, la recogida de los contenedores donde se depositan y la separación para su futura reutilización.
El proceso de reciclaje comienza con la separación de residuos en el hogar, para depositarlos posteriormente en los contenedores correspondientes. Estos se diferencian por colores: verde: vidrio; amarillo: envases de plástico y latas; azul: papel y cartón. Entre los residuos que se pueden depositar en estos contenedores están por ejemplo pilas, aceites, electrodomésticos y escombros. Cada uno de ellos tiene una restricción de cantidad y peso.
Después de que los residuos sean depositados en sus respectivos contenedores tiene lugar la recogida, transporte y reciclado de los materiales. La recogida se lleva a cabo por medio de camiones especializados, que tras llegar a la planta de reciclaje depositan los residuos en contenedores donde se separan los desechos orgánicos de los reciclables mediante filtros. Los residuos orgánicos pasan a una nueva planta donde, después de varias limpiezas, se someten a un proceso de compostaje, mediante el cual se convierten en abono sin dañar el medio ambiente. Posteriormente se trasladan a unos almacenes en los que el metal se separa del resto de residuos, por la fuerza de varios electroimanes de grandes dimensiones.
Tras esta selección una parte de los desechos irán a un vertedero controlado. El resto pasan a ser tratados por determinadas empresas de distribución y preparación de materiales reciclados para su reutilización.
Retama, Patricia. (2008).

El proceso de reciclaje
. Madrid: Agencia Difunet.

4.    La información que se debe conocer para que los usuarios hagan un buen reciclaje es que existe:
A.   un solo tipo de contenedor para varios residuos.
B.   muchos contenedores para un solo tipo de residuo.
C.   un tipo de contenedor, por color, para cada producto.
D.   varios contenedores que se especifican por tamaño.
5.    En el texto, el primer párrafo cumple la función de:
A.   ejemplificar los procesos de reutilización de residuos.
B.   clasificar la manera de procesar las basuras.
C.   describir los diferentes tipos de residuos orgánicos.
D.   explicar en qué consiste el proceso del reciclaje.
6.    Según el texto, los materiales se depositan en contenedores:
A.   verde (papel y envases de plástico), amarillo (cartón y vidrio), azul (latas).
B.   amarillo (vidrio), verde (envases de plástico y latas), azul (papel y cartón).
C.   verde (vidrio), amarillo (envases de plástico y latas), azul (papel y cartón).
D.   azul (papel y envases de plástico), verde (cartón y vidrio), amarillo (latas).
7.    De la expresión: “...La recogida se lleva a cabo por medio de camiones especializados...”,se infiere que existe un vehículo:
A.   diseñado para clasificar y empacar cada uno de los residuos.
B.   particularmente diseñados para recoger y transportar desechos.
C.   que deposita, en la planta, la basura en el lugar adecuado.
D.   que recicla los residuos antes de llegar a la planta de reciclaje.
8.    El segundo párrafo inicia con el enunciado: “Después de que los residuos sean deposita dos en sus respectivos contenedores tiene lugar la recogida, transporte y reciclado de los materiales”. De acuerdo con el desarrollo del texto, se puede afirmar que este enunciado cumple la función de:
A.   enfatizar el tópico.
B.   resumir información.
C.   cambiar el tópico.
D.   excluir información.
9.    ¿Qué es el párrafo?
10.  ¿Qué clases de párrafos hay según su función?
11.  ¿Qué otras clases de párrafos hay?

Nota: Jóvenes les comparto los enlaces para que repasen para la evalución del párrafo. Son estas: http://www.xtec.cat/~jgenover/ordtexto0.htm